Epílogo

Así que era necesario enseñar a la gente a no pensar y no formarse opiniones, obligarla a ver lo que no existía y sostener lo contrario de lo que resultaba obvio para todos. BORÍS PASTERNAK, El doctor Zhivago Durante más de treinta años, hasta la caída del muro de Berlín en 1989, los líderes comunistas de Europa del Este siguieron haciéndose las mismas preguntas que se habían planteado tras la muerte de Stalin. ¿Por qué el sistema producía resultados económicos tan pobres? ¿Por qué la propaganda no resultaba convincente? ¿Cuál era el origen del disentimiento continuado, y cuál era la mejor manera de aplastarlo? ¿Bastarían los arrestos, la represión y el terror para mantener a los partidos comunistas en el poder? ¿O acaso unas tácticas más liberales —cierto grado de libertad económica o una limitada libertad de expresión— resultarían más efectivas para evitar futuros estallidos? ¿Qué cambios aceptaría la Unión Soviética, y dónde trazaría la línea la cúpula soviética? Respuestas distintas llegaron en momentos diferentes. Después de la muerte de Stalin, ninguno de los regímenes fue tan cruel como lo había sido entre 1945 y 1953, pero la Europa del Este postestalinista podía ser severa, arbitraria y sumamente represiva. La Polonia de Władysław Gomułka inició su marcha con ambiciones liberales y entusiasmo popular, pero pronto se volvió anquilosada, conservadora y finalmente antisemita. János Kádár empezó su hegemonía en Hungría con una serie de represalias sangrientas, pero más adelante trató de ganar legitimidad y popularidad al permitir cierta libertad en la empresa, los viajes y el comercio. Durante la serie de hechos que condujeron a la Primavera de Praga en 1968, Checoslovaquia disfrutó de un verdadero florecimiento cultural —escritores, directores y dramaturgos alcanzaron fama internacional—, pero después de la invasión soviética, el gobierno checoslovaco se convirtió en uno de los más violentos de todo el bloque. En1961, Alemania del Este construyó un muro para mantener a sus ciudadanos encerrados, pero en la década de 1980 el régimen comenzó a permitir que los disidentes se marcharan a cambio de moneda fuerte del gobierno de Alemania occidental. Tanto Rumanía como Yugoslavia intentaron en varias ocasiones forjarse su papel individual en política exterior, distanciándose del resto del bloque soviético, aunque no necesariamente con gran éxito. Aunque siempre se mantuvieron dentro del marco establecido por la Unión Soviética, varios gobiernos de Europa del Este experimentaron reforzando el papel de las cooperativas o restringiendo el de la Iglesia, aumentando la cifra de agentes de la policía secreta o permitiendo más libertad en el arte. A veces, las reformas liberales se mantuvieron: los comunistas polacos abandonaron el realismo socialista después de 1956, por ejemplo, y Hungría legalizó las empresas conjuntas en la década de1980

mar 16 2018 ∞
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