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Fotografiar a las personas es violarlas, viéndolas como ellas nunca se ven a sí mismas, teniendo de ellas un conocimiento que nunca podrían tener; convierte a las personas en objetos que pueden poseerse simbólicamente. Así como una cámara es una sublimación del arma, fotografiar a alguien es un asesinato subliminal, un asesinato suave, apropiado para una época triste y atemorizada.