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Y es entonces cuando todo desaparece, se hiela, se petrifica. Y ese gran vacío que acontece más tarde no es nada comparado con los latidos casi audibles que se clavan en el pecho. Entonces sientes ganas de gritar, pero la voz no sale. Y total, para qué. Todo está ausente en el universo. Los segundos me arañan la cara, los ojos y las lágrimas son siameses. Y nada más, vacío. El corazón agujereado. Pero no sangra, ni si quiera me queda eso.