Es muy difícil para algunas mujeres encontrar un buen esposo que las acepte especialmente si ya tienen hijos y deudas, en tanto que hay hombres en su mayoría viviendo a miles de kilómetros con grandes diferencias culturales que sí pueden cumplir con los requisitos mínimos del matrimonio y que están en busca de una segunda, tercera o cuarta esposa porque quieren ayudar a una hermana necesitada o necesitan "ayudarse" a sí mismos para evitar la fornicación.
Aceptar ser co-esposa es reconocer que el hombre tiene un pasado, un presente y desea seguir construyendo un futuro con su esposa o esposas actuales, el amor puede transformarse pero el respeto y la gratitud prevalecen en muchos casos y por ello no están dispuestos a divorciarse.
Aceptar ser co-esposa es reconocer los derechos de las otras esposas, es estar dispuesta a negociar tiempos y espacios, aceptar calidad de tiempo y no cantidad, hacer un ejercicio diario de honestidad y autocontrol, de aceptar compartir, de considerar que alguna de sus esposas sea su mejor amiga, porque la amistad ayuda a equilibrar las relaciones.
Si un hombre viene a ti pidiendo matrimonio y hablando mal de su esposa, o diciendo que ha tenido varios divorcios porque no encuentra una mujer buena cuestiónate e invítalo a cuestionarse, no sirve de nada cambiar de pareja si el problema está en él mismo y no lo reconoce. No sirve de nada que te cases como co-esposa si tienes la fantasía que te va amar más que a las otras y que sólo contigo tendrá un trato especial negando la realidad porque sufrirás. Ser co-esposa implica un compromiso con Allah en elevar tu conocimiento y tus virtudes.
Las musulmanas británicas que gozan de formación, un alto estatus social y un estilo de vida relativamente occidentalizado están eligiendo, no obstante, entrar en relaciones polígamas –en las que un marido comparte a varias esposas– de forma voluntaria. La mayoría, en concreto, elige ser la coesposa de un hombre, es decir, su segunda o tercera mujer.
El fenómeno tiene su origen en la escasez de hombres musulmanes. Cada año, los varones de esta religión llevan a Reino Unido cerca de 12.000 mujeres procedentes de países islámicos para casarse con ellas. La práctica se da especialmente entre los hombres con mayor poder adquisitivo, aquellos que pueden costear el viaje y la manutención de esposas extranjeras. Las musulmanas exitosas sólo encuentran solteros menos formados o de otros países.
Las musulmanas de clase alta encuentran pocos compañeros solteros y con el mismo rango, profesional o económico. Otras sólo son capaces de encontrar un soltero musulmán disponible con el que guardan grandes diferencias de tipo cultural: si bien ellas pueden ser magrebíes, bangladeshíes o turcas, sus maridos potenciales son de Arabia Saudí, Pakistán o la India.
Una de ellas se expresaba recientemente bajo el seudónimo de Aisha: “Me enamoré de un hombre casado que me ofreció incluso dejar a su mujer”. Aisha, no obstante, tiene tres hijas de un matrimonio anterior y no deseaba, en sus propias palabras, convertirse en "una señora de mi casa” ni que sus hijas crecieran en un hogar regido por usos y convenciones que ella considera obsoletas e injustas. Así que aceptó convertirse en la segunda esposa del que, hasta entonces, era su amante, lo que le permite formar parte de su familia sólo durante unas horas al día: “No quería cocinar para él ni estar constantemente bajo su control”, explica.
En los países occidentales, la bigamia o poligamia no está reconocida ni contemplada por la ley, solamente la mujer que tenga el primer certificado de matrimonio tiene derecho a reunirse a su cónyuge. La segunda esposa, para Europa, que no reconoce la poligamia islámica, ella no forma parte de la familia y no tiene derecho a pedir la reunificación. Muchos musulmanes huyendo de la guerra se ven obligados a romper la familia para conseguir asilo.
Sobre los hijos sí que se podrían recolocar siempre y cuando la madre diese su autorización. No obstante, aunque enviasen todos los hijos, solamente una de las madres podría irse con ellos. Ante esta situación, la única opción que se plantean es que una se lleve a todos los hijos y que la otra empiece el proceso de asilo por su cuenta. Sin embargo, tomar la decisión de qué madre dejan atrás es difícil.
la mayoría de migrantes no tienen recursos para contratar los servicios de un abogado, y, por lo tanto, no tienen a nadie que los guíe durante estos laberintos legales. Parece que tome el camino que tome, su familia se romperá por la invisibilidad de su situación.