“Vivían en un mundo psicótico. Los locos estaban en el poder. ¿Desde cuándo? ¿Y cuántos se daban cuenta? No Lotze. Si uno tenía conciencia de estar loco ya no estaba loco, quizá. O empezaba a volverse cuerdo, y despertaba al fin. Le parecía a Baynes que sólo unos pocos lo entendían así. Gente solitaria, aquí y allá. Pero, ¿y qué pensaban las masas? Todos esos cientos de miles que vivían en esa ciudad, por ejemplo. ¿Imaginaban que vivían en un mundo cuerdo? ¿O vislumbraban, sospechaban la verdad? _
Pero en verdad era difícil saber qué significaba eso: estar loco. Loco: una definición legal, Lo siento, lo veo, ¿pero qué es? Es algo que hacen, pensó, algo que son. Algo que estaba en el inconsciente de estos hombres. No sabían nada de los demás. No eran conscientes de lo que hacían a otros, de lo que habían destruido y de lo que estaban destruyendo. No, no eso exactamente. Lo sentía, lo intuía, pero no podía explicarlo. Eran crueles sin sentido, cierto, pero había algo más. ¿No veían la totalidad de lo real? Sin embargo, eso no era todo. Sí, aquellos planes. La conquista de los planetas. Algo frenético y demencial, como antes la conquista de África, y antes la conquista de Europa y Asia. _
El punto de vista de esas gentes era cósmico. No un hombre aquí, un niño allá, sino una abstracción, la raza, la tierra. Volk. Land. Blut. Ehre. No un hombre honrado sino el Ehre mismo, el honor. Lo abstracto era para ellos lo real, y lo real era para ellos invisible. Die Güte, pero no un hombre bueno, o este hombre bueno. Ese sentido que tenían del espacio y del tiempo. Veían a través del aquí y el ahora el vasto abismo negro, lo inmutable. Y eso era fatal para la vida, pues eventualmente la vida desaparece: sólo quedan entonces unas pocas partículas de polvo en el espacio, los gases de hidrógeno caliente, nada más, hasta que todo empieza de nuevo. Un intervalo, ein Augenblick. El proceso cósmico se apresura, aplastando la vida y transformándola en granito y metano. La rueda gira y todo es temporal. Y ellos —estos locos— responden al granito, el polvo, anhelando lo inanimado. Quieren ayudar a la Natur. _
Yo, pensó Baynes, sé por qué. Quieren ser agentes, no víctimas de la historia. Se identificaban con el poder divino, y se creían semejantes a los dioses. Esta era la locura básica de todos ellos. Habían sido dominados por algún arquetipo. Habían expandido sus egos psicóticamente, y no sabían dónde terminaban ellos y dónde comenzaba lo divino. No era cuestión de arrogancia, no era cuestión de orgullo. La inflación del ego hasta sus límites extremos, una confusión entre el adorador y el objeto adorado. El hombre no se ha comido a Dios. Dios se ha comido al hombre. _
No comprendían, sobre todo, el desamparo del hombre. Soy débil, pequeño, una entidad insignificante en la vastedad del universo. El universo no advierte mi presencia, soy invisible. ¿Y por qué corregir esta situación? Los dioses destruyen todo lo que ven. Si uno admite la propia pequeñez escapa a los celos de los grandes.”
- "Conocían un millon de trucos, estos novelistas. El doctor Goebbels, por ejemplo; así había empezado, escribiendo novelas. Los escritores apelaban a los instintos básicos, comunes a todos, aun detras de las superficies mas respetables. Sí, el novelista conocía a los seres humanos, que poco valían, gobernados por los testículos, empujados por el miedo, vendiéndose a todo en nombre de la codicia… el novelista sólo tenía que tocar el tambor, y obtenía una respuesta. Y observando las reacciones de la gente, el novelista reía, por supuesto, llevándose la mano a la boca."
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"Siempre le habia gustado que la gente la observara, la admirara; cualquiera. Se le ocurrió que casi todas las mujeres eran así. Trataban de llamar la atención todo el tiempo. Eran en este sentido muy infantiles. Juliana nunca había soportado sentirse sola, penso Frink. Necesitaba tenerlo siempre cerca, festejándola de algún modo. Los niños pequeños eran así; si los padres no los estaban mirando nada de lo que hacían les parecía real. Era seguro que en este mismo momento Juliana tenia alguien al lado. Diciéndole qué hermosa era. Alabándole las piernas, el vientre terso y chato… - Sé que Juliana está viviendo con alguien, se dijo Frink. Durmiendo con un hombre. Como si estuviesen casados. Conocía a Juliana. No podría sobrevivir en otras condiciones; sabía bien cómo se sentía ella a la caída de la noche. Cuando hacía frío y todo el mundo estaba en su casa, sentado en la sala. Nunca había estado preparada para una vida solitaria. Él tampoco, comprendió.
Quizá era un hombre realmente bueno. Algún estudiante tímido que ella había llevado a la casa. Juliana podría ser una buena mujer para cualquier muchacho que nunca hubiese tenido el coraje de acercarse antes a una mujer. No era perversa ni cínica. Le haría mucho bien. Esperaba de veras que no se hubiese complicado la vida con un hombre mayor. Eso no podría tolerarlo. Un hombre experimentado y mezquino que llevaba siempre un palillo de dientes en la boca y que se pasaba las horas molestándola.
Frink sintió que estaba respirando pesadamente. Imaginó un hombre corpulento y velludo que pisoteaba a juliana, estropeándole la vida… En ese caso Juliana terminaría suicidándose, penso Frink. Era inevitable, si ella no encontraba el hombre adecuado, y eso significaba un joven estudiante amable, sensible, capaz de apreciar las ideas de juliana.
Fui duro con ella, penso. Frink. Y no soy tan malo; hay muchos otros hombres peores que yo. No le costaba trabajo adivinar los pensamientos de juliana, lo que ella quería, cuando ella se sentía sola o triste o deprimida. Se había pasado mucho tiempo preocupándose y pensando en ella. Pero no había sido suficiente. Ella se merecía más, mucho más."