"El dueño del vertedero había criado a nueve hijas y les había puesto los nombres a partir de un antiguo diccionario médico extraído de los escombros que recogía. (...) Uretra, Cerebelos, Hernia Sue."
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"Ballard pegó la oreja contra el guardabarros. El coche comenzó a mecerse ligeramente. Se levantó y miró con un ojo por la esquina de la ventanilla. Se podían ver un par de piernas blanquecinas que estrechaban a una sombra, a un íncubo negro que se encorvaba en un sueño de lujuria abyecta. Es un negro, susurró Ballard. ¡Ahhh, Bobby, aaah dios!, gimió la chica. Ballard, con los pantalones desabrochados, permaneció apoyado en el guardabarros. ¡Mierda!, dijo la chica. De rodillas, el vigilante vigilaba. El sinsonte comenzó a cantar de nuevo. ¡Un negro!, volvió a exclamar Ballard. (...) Ballard representaba la figura de un simio desorientado y despreciado que se escabullía por los alrededores...(...)"
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Ballard se sentó sobre los talones en el jardín, enfrente del visitante. Parecían dos gárgolas estreñidas.