• Por favor, confía en mí. De verdad, puedo ser alegre. Amable, agradable, afable... Y eso sólo son las palabras que empiezan por "a". Pero no me pidas que sea simpática, la simpatía no va conmigo.
  • Aunque había algo en su interior que le decía que aquello era un crimen, después de todo, los tres libros eran los objetos más preciados que poseía, necesitaba ver esa cosa en llamas. No podía evitarlo. Creo que a los humanos les gusta contemplar la destrucción a pequeña escala. Castillos de arena, castillos de naipes, por ahí empiezan. Su gran don es la capacidad de superación.
  • No obstante, Rudy Steiner no pudo disimular una sonrisa. Al cabo de los años acabaría repartiendo pan, no robándolo, una prueba más de lo contradictorio que es el ser humano. Una pizca de bondad, una pizca de maldad y sólo falta añadirle agua.
  • Qué pasa con mi madre?- Liesel no hizo más que ejercer el derecho de cualquier persona que pertenece a una familia. Dicha persona tiene total libertad para quejarse y criticar a cualquier miembro de su parentela, pero siempre que no lo hagan los demás. En ese momento uno se levanta y demuestra su lealtad.
  • Adiós, Saumensch. Adiós, ladrona de libros
  • Anhelaba volver a la inconsciencia de entonces, a sentir tanto amor sin saberlo y a confundirlo con las risas y el pan untado con poco más que el aroma de la mermelada. Fue la mejor época de su vida. Aunque quedaría sembrada de bombas. No lo olvides.
  • Un pensamiento agradable. Ella era una ladrona de libros. Él asaltaba el cielo.
  • Una pequeña muestra de algunas palabras escritas por una joven mano. «Ese verano fue un nuevo principio y un nuevo final. Cuando miro atrás, recuerdo mis manos manchadas de pintura y el ruido que hacían los pies de mi padre en Münchenstrasse y sé que un pedacito del verano de 1942 perteneció a un solo hombre. ¿Qué otro se habría puesto a pintar a cambio de medio cigarrillo? Mi padre era así, era típico de él y por eso lo quería».
  • Una vez en el puente, Rudy evaluó los acontecimientos de la tarde. O esa gente está completamente chalada o les encanta el aire fresco. Una pequeña suposicion. Tal vez había una mujer en Grandestrasse que dejaba la ventana de la biblioteca abierta por otra razón… Pero igual estoy siendo cínica. U optimista. O ambas cosas.
  • Rudy Steiner temía el beso de la ladrona de libros. Debía de haberlo deseado con todas sus fuerzas. Debió de haberla querido con todo su corazón. Tanto, que nunca más volvería a pedírselo y se iría a la tumba sin él.
  • La carta. Querida Liesel: Ya sé que me consideras patética y detestable (busca esta palabra si no la conoces), pero debo decirte que no soy tan tonta como para no percatarme de tus pisadas en la biblioteca. Cuando eché en falta el primer libro, pensé que tal vez lo había puesto en otro sitio, pero luego vi las huellas de unos pies en el suelo, donde daba la luz. Me hicieron sonreír. Me alegré al saber que te habías llevado lo que te pertenecía, pero cometí el error de creer que ahí se acababa todo. Tendría que haberme enfadado cuando volviste, pero no lo hice. La última vez te oí, pero decidí dejarte tranquila. Sólo te puedes llevar un libro cada vez y tendrías que entrar un millar de veces para llevártelos todos. Lo único que espero es que algún día llames a la puerta principal y entres en la biblioteca de una manera más civilizada. Permíteme volver a disculparme por no poder seguir disponiendo de los servicios de tu madre. Por último, espero que este diccionario te resulte útil cuando estés leyendo los libros robados. Atentamente, Ilsa Hermann.
  • Al otro lado, más allá del calor bochornoso, las camisas pardas y las esvásticas se daban la mano. No había gente, sólo uniformes e insignias.
  • En verdad era un cobarde como su hijo había asegurado de manera tan descarnada? Así se había considerado a sí mismo en la Primera Guerra Mundial. De hecho, a ello atribuía su supervivencia. Entonces, se es cobarde por sentir miedo? Se es cobarde por alegrarse de seguir vivo?
  • En aquella época mucha gente me perseguía, me reclamaba y me pedía que me la llevara. Unos pocos llamaban mi atención por casualidad y me susurraban al oído con voz apagada. Llévame, decían, y no había forma de que callaran. Tenían miedo, de acuerdo, pero no de mí. Les asustaba echarlo todo a perder y tener que volver a enfrentarse a ellos mismos y al mundo y a gente como tú. Estaba atada de manos. Eran muy ingeniosos, contaban con muchos recursos y, cuando les salía bien, fuera cual fuese el método que hubieran escogido, me era imposible rechazarlos. Michael Holtzapfel sabía lo que hacía. Se mató por querer vivir.
  • ¿Recuerdas la nube blanca con el corazón gris?
  • No me hagáis feliz. Por favor, no me cameléis y me dejéis creer que algo bueno puede salir de todo esto. ¿No veis los moretones? ¿No veis esta raspadura? ¿No veis la herida que tengo dentro? ¿No veis cómo se extiende y me corroe ante vuestros ojos? No quiero volver a tener esperanzas. No quiero rezar para que Max esté vivo y a salvo. O Alex Steiner. Porque el mundo no se los merece.
  • La ultima carta. Querida Sra. Hermann: Como puede ver, he vuelto a estar en su biblioteca y he estropeado uno de sus libros. Estaba muy enfadada y preocupada y quería matar las palabras. Le he robado y ahora, además, he estropeado algo de su propiedad. Lo siento. Como castigo, creo que dejaré de venir. Aunque, ¿hasta qué punto es eso un castigo? Adoro y detesto este lugar porque lo habitan las palabras. Ha continuado siendo mi amiga a pesar de haberla ofendido, a pesar de que he sido insufrible (una palabra que he buscado en su diccionario) y creo que es hora de que la deje en paz. Lo siento. Gracias otra vez. Liesel Meminger
  • Definición no encontrada en el diccionario. No irse: acto de confianza y amor, a menudo descifrado por los niños.
  • Hola estrellas
  • He odiado las palabras y las he amado, y espero haber estado a su altura.¨
apr 14 2017 ∞
apr 26 2017 +