- Cuando se hablaba con él y él -lo que no siempre ocurría- traspasaba los límites de lo convencional y, dejándose llevar de su singular naturaleza, decía palabras personales y propias, entonces uno de nosotros no tenía más remedio que subordinársele, él había pensado más que otros hombres, poseía en asuntos del espíritu aquella serena objetividad, aquella segura reflexividad y sabiduría que sólo tienen las personas verdaderamente espirituales, a las que falta toda ambición y nunca desean brillar, ni convencer a los demás, ni siquiera tener razón.
- Me daba cuenta de que aquel hombre estaba enfermo, de algún modo enfermo de espíritu, de ánimo o de carácter, y me defendía contra él con el instinto del hombre sano.
- (...) fue toda su vida una prueba de que sin el amor de la propia persona es también imposible el amor al prójimo, de que el odio de uno mismo es exactamente igual, y finalmente produce el mismo horrible aislamiento y la misma desesperación, que el egoísmo más rabioso.
- Claro, y el que piensa, el que hace del pensar lo principal, ese podrá acaso llegar muy lejos en esto; pero ese precisamente ha confundido la tierra con el agua, y un día u otro se ahogará.
jul 31 2012 ∞
sep 2 2012 +