- Llevaba un abrigo de mapache, y Lane, mientras caminaba hacia ella apresuradamente aunque con la cara parada, se dijo, con emoción contenida, que él era el único en el andén que realmente conocía el abrigo de Franny. Recordó que una vez, en un coche prestado, después de besar a Franny durante una media hora, había besado la solapa de su abrigo, como si fuera una extensión orgánica y perfectamente deseable de su persona.
- Sin prestar atención al entorno, se sentó. Juntó las rodillas con firmeza, como para convertirse en una unidad más pequeña y compacta. Luego colocó las manos verticalmente sobre sus ojos y apretó con fuerza, como si quisiera paralizar el nervio óptico y ahogar todas las imágenes en una negrura abismal. Sus dedos extendidos, aunque temblorosos, o porque estaban temblorosos, parecían extrañamente bonitos y elegantes. Mantuvo esta posición tensa y casi fetal durante un momento de suspensión; después se echó a llorar. Lloró durante cinco minutos seguidos. Lloró si intentar contener ninguna de las manifestaciones más ruidosas de la pena y la confusión, con todos los convulsos sonidos guturales que hace un niño histérico cuando el aire trata de salir a través de una epiglotis parcialmente cerrada. Sin embargo, cuando al fin paró, sencillamente paró, sin las dolorosas, punzantes inspiraciones que suelen seguir a un estallido violento. Cuando dejó de llorar, fue como si se hubiese producido un decisivo cambio que tuvo en su cuerpo un efecto inmediato y pacificador.
- Me asquea no tener el valor de no ser nadie en absoluto.
- ¿Por qué no te casas? -Me gusta demasiado viajar en tren. Una vez que te casas ya nunca puedes sentarte junto a la ventanilla.
aug 19 2012 ∞
aug 23 2012 +