- Manos grandes, fuertes, gentiles. Me gusta agarrarle la mano a chavos con manos grandes, ya que la mía queda tan pequeña entre la suya, y por alguna razón, eso llena mi -podrido- corazón de ternura.
- Siempre, siempre, siempre: cejas gruesas. Creo que por eso C me atrajo rapidísimo (desde que lo vi); sus peculiares cejas gruesísimas, que a menudo llamo "gusanos de calentura" en mi cabeza. Calentura la que tengo yo.
- En general, los chicos malos. Que cliché, pero es que me dan curiosidad, irradian esa confianza que a mí me falta y tener un romance salvaje de esos de película suena tan apetecible. Aunque cuando por fin los conozco, me doy cuenta que A) no son tan mierda como yo creía o B) son unos imbéciles de verdad y me dejan de gustar por arte de magia.
- La altura. Me gustan mucho los chavos altos. Me los imagino inclinándose hacia mí para besarme.
- No me gusta admitirlo, pero las piernas peludas. No me atraen inmediatamente, eso sí. Por ejemplo, C siempre me encantó, pero fue hasta después que me fijé en sus piernas y poof, mojada.
- La violencia. Sé que no debería ser así, pero es que a los hombres les encanta pelear, o jugar a golpearse sólo porque sí. Y yo no puedo evitar el hecho de que ya agarré esa vaina de hobbie visual.
- Los que tienen aire de artista/músico. Uno los conoce, ya sea por el cabello largo, las ojeras, la guitarra que llevan en la espalda, la ropa holgada; podría reconocer inmediatamente a un artista en una multitud. "Lastimosamente, esa pinta damos" diría Emiliano. Y es que, puta, aunque sean feos. Un ejemplo de ello es el hermano de M; no es que me guste, pero tiene ese algo de artista universitario que me llama la atención y lo salva un poco.
oct 31 2016 ∞
jun 27 2017 +